lunes, 29 de febrero de 2016

TU ÉXITO ES MI ÉXITO





Siempre he creído en las relaciones ganar-ganar, tanto en las relaciones de trabajo, como en las familiares o de amistad.
Me explico, en el último trabajo que estuve me encontré con una de las mejores jefas que he tenido, yo no pensaba que pudieran existir personas como ella al cargo de un grupo de personas, desde el primer momento (ya incluso en la entrevista de trabajo) me sentí valorada, sentí que me miraba a los ojos, que estaba realmente interesada en mi currículum y en mis cualidades.
Por supuesto que con esa energía tan positiva en la entrevista, yo lo único que tuve que hacer es ser yo misma, ya que ella me hacía sentir cómoda y tranquila, tanto que le comenté algunas ideas que quería poner en marcha en la empresa.
Salí de allí muy contenta, al cabo de unos días me llamaron para decirme que el trabajo era mío. Posteriormente pude comprobar que la primera impresión acerca de mi jefa había sido correcta, el trabajo con ella era fácil, agradable, era resolutiva, atenta, orientada a las personas a las que atendíamos pero dando también mucha importancia a las personas con las que trabajaba.
Os explico todo esto porque mi jefa estaba orientada a fomentar las relaciones ganar-ganar, ella sabía que si aportaba a su equipo la estabilidad necesaria, atendía sus necesidades y escuchaba sus problemas poniéndoles solución, las personas a su cargo responderían, como así lo hacíamos, poniendo todo nuestro interés y energía en realizar nuestro trabajo lo mejor posible.

Os voy a contar otro ejemplo, esta vez en el tema de las relaciones de amistad. Conocí hace muchos años a una mujer (la voy a llamar Eva, no es su nombre real) que mantenía una amistad totalmente destructiva con otra. Cada vez que quedaban, Eva tenía que aguantar conversaciones negativas, malos gestos, enfados que nada tenían que ver con ella, e incluso a veces recibía directamente sus críticas y humillaciones. Yo no entendía porqué seguía manteniendo esa amistad, hasta que un día me dijo que lo hacía por pena, sabía que esa persona estaba muy sola y no quería abandonarla ella también. ¡¡Error!! Cuando sientes pena por alguien y actúas en base a este sentimiento estás poniendo a la otra persona por encima de ti, de tal manera que tú pierdes para que el otro gane (Yo pierdo, tú ganas)
Esto no es beneficioso para ninguna de las dos personas, ya que por un lado el que pierde se siente infeliz y con su actitud vemos que no se valora lo suficiente como para decir ¡basta!; por otro lado, la otra persona seguirá con su comportamiento y actitudes destructivas mientras haya personas que estén a su lado (aunque sea por pena) para escuchar sus quejas y sufrir su malhumor.
¿Qué pasaría si de verdad se quedara sola? Quizás haría un ejercicio de reflexión y cambiaría su comportamiento, o quizás no haga nada, pero al menos Eva no tendría que escuchar toda esa negatividad y habría dado un paso más en su auto-estima.

El  siguiente ejemplo tiene que ver con las relaciones: Yo gano, tú pierdes.
Una vez hicieron un experimento en la facultad donde yo estudiaba la carrera, en este experimento se medía la competitividad, se ponían a dos personas a hacer el mismo ejercicio, una frente a la otra, a la mitad del ejercicio se les decía los resultados que estaban obteniendo, (ese era el factor presión), se les decía que continuaran, sin decirles cuándo iba a acabar la prueba, al cabo de un tiempo se les decía que dejaran de hacerlo. La persona con mejores resultados recibía dinero en efectivo, la otra persona nada.
Lo que más me llamó la atención en este experimento no fueron los resultados en sí, si no que los investigadores que lo estaban realizando trataban mejor a las personas que ganaban que a las que no, además de darles el dinero hablaban más con ellos y les dedicaban más tiempo y sonrisas.
Aquel día comprendí que el fomento de la competitividad está en todos los sitios, hasta en la facultad de psicología, donde se nos enseñaba que para ayudar en nuestro despacho debíamos decir a las personas que la única competición que existe es con uno mismo. 

El último ejemplo se refiere a las relaciones Yo pierdo, tú pierdes: Esto pasa muy a menudo en las relaciones de los niños, si un niño no puede tener un juguete porque lo tiene otro, en un principio puede que se lo pida, al recibir un no, puede que insista, pero al cabo de un tiempo sin conseguir el juguete, puede cogérselo al otro niño y romperlo, el niño actúa así porque piensa si yo no puedo jugar con él, él tampoco.
El problema viene cuando este tipo de relación se da entre personas adultas, seguro que conocéis a personas que se comportan así, puede que sea algo puntual, pero cuando se produce de manera cotidiana estamos ante un problema, porque este tipo de relaciones no ayudan a crecer, si no que fomentan la rabia, el enfado, las discusiones… etc

Estamos rodeados de personas en todas las situaciones, así que después de haber leído los ejemplos de cada tipo, ¿qué tipo de relaciones tienes en tu vida? ¿qué tipo te gustaría tener más? ¿puedes hacer algo para cambiar las que no te gustan?
Por supuesto la mejor relación es la que tiene uno consigo mismo, cuanta más autoestima tengas, más te valores, con mejores ojos te veas, más relaciones ganar-ganar podrás tener. Ya que ¡¡nadie ofrece menos a quién sabe que se merece más!!

Si tenéis alguna duda o queréis saber más de este tema ya sabéis que podéis contactar conmigo a través del mail sofiagonzalezmillan@gmail.com
O a través del teléfono: 639641020 (atiendo whatsapp).


Tu éxito es mi éxito,
mi éxito es tu éxito.
Cuando tú ganas yo crezco,
cuando yo gano tú te expandes.
¿Acaso no sabes que somos Uno?
Todo lo que tú eres, soy yo mismo.



Con amor,
Sofía